En el segundo de nuestro viaje por Málaga, nos levantaremos temprano para disfrutar del día. Podremos desayunar los típicos churros con chocolate y coger fuerzas para lo que nos espera.
La mejor forma de empezar será subiendo hasta el Castillo de Gibralfaro, construido sobre el monte del mismo nombre. Podemos ir paseando o tomar el autobús 35, otra opción es la de alojarse en el Parador de Turismo, con lo que nos ahorramos el ascenso. En esta fortificación, que mira al Mediterráneo, resistió El Zegrí durante tres meses el asedio de los Reyes Católicos.
Descendemos y, de nuevo en la ciudad, todavía queda mucho por visitar, por ejemplo el Museo de Carmen Thyssen, que es junto al de Picasso, el más conocido de la ciudad, en él se pueden apreciar cuadros costumbristas, con playas y bandoleros andaluces. Sin embargo, si queremos conocer el museo más visitado de la ciudad —más que el Picasso— tendremos que visitar el Museo de Arte Contemporáneo, uno de los mejores de España y además, con entrada gratuita. Si nos queda un poco de tiempo, podemos acercarnos y visitar el Museo Automovilístico.
Para comer, bajaremos hasta la playa, ya que no podemos marcharnos de Málaga sin sentarnos en uno de sus chiringuitos a probar el pescaíto frito tan típico de la ciudad o los espetos de sardinas.
Para terminar nuestra visita a la maravillosa Málaga, no hay nada mejor que cambiar el aire de playa por el del Jardín Botánico-Histórico de la Concepción. A cinco kilómetros de Málaga, ya de regreso a casa, encontramos este precioso jardín tropical, el más bello e importante de España y uno de los mejores de toda Europa, con más de mil especies plantadas al aire libre. Para no perdernos nada, lo mejor es que sigamos uno de sus caminos recomendados: Jardines Temáticos, Joyas de la Concepción, Vuelta al mundo, Ruta de los Miradores y Ruta forestal.
El de la Concepción es un jardín botánico, pero también un jardín histórico, en el que podemos descubrir la historia de los burgueses malagueños que amasaron sus fortunas en el siglo XIX y que vivían como verdaderos príncipes en enormes fincas como esta, llenas de estatuas romanas y de palmeras.